Millones de ramas claman al cielo su historia, las hojas, ayudadas por el crecimiento de los árboles más alzados, piden clemencia.
Los pájaros no osarían posarse en los límites físicos y verticales para no interrumpir el constante rezo, suave e invisible, que el ente vegetal transporta más allá de lo que acontece.
Antenas de poder, variadas y longevas que unidas pertrechan un milagro pulmonar, respiratorio.
Sagradas son todas sus partes: raíces, troncos, ramas, hojas, y sus benditas inhalaciones e exhalaciones.
No molestan, no ofrecen resistencia, belleza y utilidad en matrimonio eterno por los siglos de los siglos.
El alma lo sabe, el cuerpo te despista, pero el árbol te conmueve.