Territorio sacro

Místicos | 26/10/2020

Y aquí sentado me encuentro, en una posición poco cómoda para poder aguantar mucho tiempo.

Estoy en una roca plagada de hojarasca y hormigas que se pasean a la fresca. Ahora mismo, soy algo más en el paisaje que no resultaría llamativo, ni causaría incomodidad a todos los animalejos que me rodean en este silente paraje.

No hay duda de que no intervengo ni me disputo el sitio, si hubiera que desplazarse me desplazaría para que mi trasero no molestara lo más mínimo el recorrido solemne de un grupo de insectos.

Ante todo respeto, con eso basta para que te acojan los espíritus del valle, de la alta colina, o de cualquier frondosa selva, con respeto basta.

Y si vas dejándote llevar por las impregnaciones que te vayan aportando los bellos paisajes de paz, tu mente se irá fundiendo y serenándose, tu ego sedimentará en diminutos corpúsculos que el viento ligero irá llevándose.

Y así, en completa unión y dicha, comprenderás que la naturaleza es sagrada, por el simple hecho de existir, y que siempre que te adentres en ella procura reverenciarla e intentar intervenir lo mínimo, no molestarla, no llamar la atención y despertarla de su orgasmo de vida.

Si interrumpes el paso de un hormiguero muévete, si las aves se alteran con tu presencia, aléjate y, si tus pensamientos no son nobles, apresúrate a retroceder y sólo volver a inmiscuirte en territorio sacro con una mente clara y el corazón tierno.